En una piel de nácar me refugio
del recuerdo de tu piel morena,
brillan sus ojos verdes, tus oscuros
ojos de medianoche me recuerdan.
Sus besos me recorren y mi alma
por tu intocada piel se desespera,
quisiera fueran tuyas esas manos,
ese cuerpo que ahora me penetra,
ese aliento, tu aliento envenenado;
ese suspiro tuyo, ese, tu esperma.
¿Cómo voy a olvidar si me obsesiona
la dulce piel morena de tu cuello,
el beso que nunca llego a mi boca,
el calor de los rincones de tu cuerpo...?
Mientras en mis entrañas se derrama
la caricia sin fin de aquel orgasmo
soy una estatua que no siente nada,
soy un cadáver rígido y helado
sepultado bajo una piel de nácar.
* * *
02 noviembre 2009
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