La luna es el ojo
de un conejo negro
mirando a mi ventana
donde la lluvia insiste
en dormir adentro
con un olor a tierra
donde habitó mi infancia.
Los charcos multiplican
el cristal de la noche
y sobre mi almohada
no cabe ningun sueño
Por eso estoy al pie
de mi ventana abierta
aspirando la noche
y zurciendo unos versos
Lebreles hay que corren tras la luna, salpicando con dagas diminutas los versos que anidaron en tu piel, tras el alféizar... para alcanzar suspiros de nariz mojada.
ResponderEliminarEl Poeta
Lari, querida y siempre recordada amiga, estos versos tienen varios condimentos, uno la poética maravillosa, otra las imágenes y la fragancia. Tu admiradora olvidada. Bea.
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