Tu, que no sé dónde estás ahora dormido y yo en este balcón mirando las luces de la noche, la lluvia que repite las mismas gotas, refleja los mismos suspiros, moja los mismos árboles. Yo, en este balcón desde mi perspectiva de paloma te bordo tres o cuatro palabras.
Quietud de sombra, de árbol, y silencio de las desiertas calles atravesadas por la luz de un farol de media noche.
Quien fuera un árbol plantado en el parque, bañado por la lluvia repetida...quien fuera aquella luz en la ventana, o una cama, o una almohada.
Quien fuera el fantasma de las catedrales y pudiera dominar las alturas sin miedo a precipitarse. Solo los muertos no temen morir, yo temo...temo amarte, precipitadamente, lentamente te siento infiltrarte en mis emociones.
No me lo propuse, ni tu, es la casualidad, o las dos soledades, o la fatalidad de descubrirte cuando todos mis pétalos han muerto. Es la fatalidad de florecer cuando las mariposas emigraron.
Loco, sublime, voraz, mi corazón necesita saber que estas ahí dormido en algún sitio impreciso, desconocido, pero cierto...y yo te amo. No quiero, no puedo confesarlo ahora. Solo lo siento en cada latido del pensamiento, en cada pulso de mi derrota, en cada capullo de sueños.
Resbalan las gotas repetidas de la lluvia de ayer y de mañana y desde mi ventana sueño con el abrazo desconocido, con el silencio que me regrese la lluvia de palabras, palabras repetidas: te amo...te amo.
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