UN SUEÑO

Ayer soñé...soñé que no estaba, y todo a mi alrededor era silencio, calma, paz, soñé que mi alma no era tan mía y soñé que nada me decía el espejo.

¿Dónde? ¿Dónde la luz se enciende?... El foco de la noche es una luna mortecina y silente de rayos amarillos.

Luces débiles, imaginarias lámparas celestes me ofrecen sus pupilas ciegas, extasiadas mirándose una a otra discerniendo porqué la oscuridad es tan oscura como la soledad o quizá un poco menos.

Y tu, muda nube de besos escotados, tu de las largas piernas y las sonrisas falsas, tu al alcance de mi mano, tan, tan a lo lejos y tan al roce de mis dedos fugitivos. Y tu, de minutos de deseo y horas de culpa, derrites el hielo de mi corazón con tu mirada, perfumas con tu nombre mis pupilas y con tu desnudez bendices hasta el aire que te toca. Tu cadera desnuda, delirio de mis manos, primavera siniestra donde mueren las mariposas de mis besos y ese adiós de mirada extraña, el que nunca dijiste, el que mas dolió, el definitivo.

Ayer me dormí llorando lagrimas doradas y plateadas del alma mas perdida de este mundo de hadas y castillos, de duendes y hechizos, de oscuridad y muerte, de paz y de silencio...soñé que vivíamos en un lugar llamado realidad, soñé que no teníamos alas ni éramos púrpuras, azules, amarillos. Soñé que nuestros besos no brillaban en los oscuridad, soñé que tenias algo llamado pasado, y soñé que un día tu capricho o el mío, o el de Dios o el del diablo te traían a mi vida y tus mortales ojos se clavaban en los míos. Tu cortante beso se hundía en mi cuello y yo moría de latidos desesperanzados, de frió en las cobijas, de caricias rotas, de esperanzas muertas...moría.

Moría como la canción de nuestros besos, tu, llorabas, yo también. Lloraba de ayer y de mañana, lloraba de ganas e impotencia, lloraba de recorrer tu cuerpo con mi cabello y trazarte consignas con las pestañas.

Besaba, besaba tus años, tus desesperaciones, tus amores, tus inocencias y tus maldades.

Ayer soñé que me quedaba muy quieta cuando tu te ibas y de tanto llorar mi corazón se volvía un caudal y mi cielo se estrechaba hasta rozar tu piel, soñé que mi conciencia ardía hasta las cenizas y mi mano, solo mi mano se salvaba de los vástagos de la muerte para incubar poemas aburridos antes de nacer.


Soñé que no existía que de tanto extrañarte me volvía una piedra mas, un respiro, un punto en el infinito, una ciega estrella que iluminaba tus ojos redondos mientras desabotonabas tus amarras y desnudabas tus suspiros.

¡Ah!, que silencioso vació. Que infinita paz, que vasto eco de ausencias. Que oscuridad sin fin de poemas, que quietud de tus muslos llenando mi sueño.






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*Imagen: Hada dormida /Autor: Teresita Angel

Comentarios

  1. Larisa, solamente he leído dos prosas de tu pluma, este "sueño" me parece espléndido, es un bello poema en prosa. Felicidades. Un beso

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