Tus ojos de sol
se anuncian a las seis de la mañana.
Brevemente el espacio
-el que habita tu luz-
parpadea los reflejos
rosados de una nube
o blancos de un cirro estacionado
en el intenso azul de una promesa
-la promesa del día que nace-
y saluda a la urbe.
Prisa lenta y silenciosa
minuciosa atraviesa la mañana
que se vuelve tarde
en todas sus iridiscencias.
Como batir de alas
tus pestañas, mariposas fugaces
me llevan al ocaso
-el ultimo destello anaranjado-
de un adiós que se anuncia
despuntando los últimos suspiros.
Luego, tu ausencia...
Un recuerdo de luna metafórica
vuelve su faz de párpados cerrados
sobre el canto de un grillo solitario.
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Larisa Pérez Ojeda
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